
¿Por qué tengo estropeada la sangre?
¿Y podré jugar?
Claro que sí. Hasta hartarte.
Ahora toca escoger entre la esperanza o.... la nada.

De nuevo al hospital, a enchufarse con permiso de los glóbulos, durante un rato a la vida. A amarrarse a otro cordón umbilical. Siempre desparramando alegría. Con la gorra protegiendo la sonrisa y por golosina, el primperan.
Entre bocanadas de mareos, con el corazón expulsando el cansancio, acordamos una nueva cita con la vida.
Nunca unos ojos amaron tanto. Sintieron tan cercana la esperanza.
Y de regreso a casa, meciéndote a arrumacos.
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