
Las zarzas esperan en la derruida estación de Munita, la llegada de un tren destartalado que descarriló con el devenir de la modernidad. Pasajeros fantasmas atrapados en los andenes desgastados por tanta quietud. Y al lado, junto a lo que antaño fue fonda de transeúntes, devorada por el tiempo, los restos de la ferrería hacen compañía a los escombros del molino viejo, cubierto de malezas y de recuerdos.
Testigo del pasado, la presa de Olabe apacigua la fiereza de las aguas que emanan bravías por las torrenteras.
Entre la naturaleza abrupta, remansos de calma mortífera en el reino del martín pescador.
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