31 marzo 2010

Bordadora de sueños


Estaba acurrucada con los brazos apoyados sobre el regazo de la falda, esperando una llegada que nunca se produciría. Así pasaba las tardes de otoño hasta que el sol era engullido por el horizonte, entonces, se retiraba apesadumbrada a recostarse en el camastro del sanatorio. Ella jamás se preguntó qué hacía en aquel lugar tan lúgubre, donde la umbría impregnaba cualquier acto del comportamiento humano.
Mañana cuando se cobije debajo de la sombra trémula del abedul, volverán a visitarla sus recuerdos, todos aquellos que hoy dan sentido a su vida e impiden que tenga un futuro.

30 marzo 2010

Espejismo


El amor se congeló en las pupilas de sus ojos y las lágrimas fluyeron como si se tratara de carámbanos derretidos. Ese instante, marcaría toda su vida.

25 marzo 2010

En la luminosidad de la sombra


Inicia el olvido de cualquier gesto de ternura y sale al encuentro de sí misma. Su rostro curtido por el desengaño, en sus manos la inocencia, y en sus resbaladizos ojos el reflejo de un corazón aturdido en la melancolía.
Ella se aparta porque así lo quiere.

23 marzo 2010

Quiebra la mirada


No se buscan aunque por azar se encuentran, son las miradas rotas, perdidas, frágiles como el ámbar, que se entrecruzan y esquivan. Volver a encontrarse y en la sinceridad del silencio sentir el abandono de la mirada, igual que el sueño derrota a los ojos, esos tus ojos que evitan mirarme.

18 marzo 2010

Visitas a Irene

Atrochando por carballeiras y campos de labranza, camina apresurado, levantando sin notarlo, el vuelo de las alondras que trillan el centeno. Va a llegar por primera vez tarde a la casa de Outeiro. Unas cuantas onzas de chocolate envueltas en papel de estraza, dan brincos dentro de los bolsillos de su trenca. Pedazos de chocolate fiado en la tienda de O Chao. Después de vadear el regato que baja crecido, cruza por el destartalado puente de troncos hasta llegar a la revuelta que conduce a Outeiro. Desde allí ya se divisan las bocanadas de humo que escupe la chimenea de la casona. Es el momento de acicalarse, se restriega el sudor de la frente y sin dejar de andar, con las manos humedecidas por los restos de sudor va atusándose el pelo. Como todos los domingos que acude a Outeiro, el can sale a ladrarle junto a la cancela, y Pilar la hermana de Irene se encarga de reprenderlo.
Demasiado tarde, con las prisas olvidó acercarse al prado de Pirucho a recoger ramilletes de milamores silvestres. Creerán que alberga dudas, que es una persona de sentimientos vacilosos. Echa la mano al bolsillo y piensa que ofrecer trozos de chocolate es poco romántico, parecerá un tosco aldeano. Alrededor de la lumbre, en tertulia, sorben tazas de un brebaje hecho con agua y achicoria, el café de los pobres. Allí está Irene con sus mejillas sonrosadas por los sofocos de la timidez. Y el al otro lado de la mesa, dolido por un despiste, hoy no podrá escuchar su aniñada voz en escueto agradecimiento por las milamores.

17 marzo 2010

Y cruzo los dedos

No siempre enderezar un deseo torcido depende de ti. Hay amores que simplemente no resultan. Lo deseable es no convertir el resquemor en un templo de adoración. Tomarse algo de tiempo, el que necesites. Y cuando todo esté bien. Regresar.