
Estaba acurrucada con los brazos apoyados sobre el regazo de la falda, esperando una llegada que nunca se produciría. Así pasaba las tardes de otoño hasta que el sol era engullido por el horizonte, entonces, se retiraba apesadumbrada a recostarse en el camastro del sanatorio. Ella jamás se preguntó qué hacía en aquel lugar tan lúgubre, donde la umbría impregnaba cualquier acto del comportamiento humano.
Mañana cuando se cobije debajo de la sombra trémula del abedul, volverán a visitarla sus recuerdos, todos aquellos que hoy dan sentido a su vida e impiden que tenga un futuro.
Mañana cuando se cobije debajo de la sombra trémula del abedul, volverán a visitarla sus recuerdos, todos aquellos que hoy dan sentido a su vida e impiden que tenga un futuro.




